Os dejo el final del relato. Como suelo decir...feliz lectura.
A mi madre le encantaba dejarse tocar delante de mí como parte del propio juego de la exhibición. Yo envidiaba su atrevimiento y me excitaba muchísimo ver como se dejaba hacer por manos desconocidas, torpes e impacientes. Una vez dos obreros regresaban del trabajo junto a nosotras en el bus con su olor a cemento, aceite, polvo, a desencanto. Extasiados por la visión que ofrecíamos, el más viejo de ellos introdujo su mano grande y sucia debajo del vestido de mi madre. El otro hombre y yo seguíamos con la mirada el recorrido de esa mano oculta bajo la tela, ahora sobre las curvadas ancas ahora entre los muslos; encorajinado intentó lo mismo conmigo. Yo al sentir el tacto de esa piel ajena, callosa, me aparté.
Creo que el compartimento huele a mi flujo, tan abundante y espeso es. Mientras pienso que debo calmarme, el hombre con una tranquilidad pasmosa se desabrocha los botones de la bragueta del pantalón y mirándome saca un miembro oscuro, muy largo y fino.
Lo tiene en la mano y se lo acaricia despacio. Es la primera vez que me ocurre algo parecido, no sé que hacer. Lo observo. Me pregunto qué haría mi madre en esta situación.
La corredera de cristal del compartimento se abre con un ruido de rail y entra una mujer con cuatro niños alrededor. El hombre sin esconder su miembro lo cubre con el periódico. La mujer me mira para preguntar algo y se fija en mis pezones descarados, altivos, desciende su mirada hacia mis piernas abiertas y luego hacia el periódico que oculta el miembro del hombre.
“Perdón” dice y empujando a los niños les indica que no se paren, que no caben. Tan pronto como cierra la corredera el hombre levanta el periódico y su miembro me apunta acusadoramente. Tengo miedo y no sé que hacer, así que decido emprender la huida. Me levanto y me inclino para coger la americana permitiendo que vea por última vez mi braga empapada. Una mano caliente, febril se introduce debajo de mi falda y palpa mi sexo cubierto. Intento cerrar las piernas, estoy asustada. Hace fuerza, ahora con dos manos sobre mis muslos, impidiendo que los cierre. Tiene más fuerza que yo voluntad, y mis muslos vuelven a quedar abiertos. Un dedo ha eludido las bragas y ha entrado en mí. No hago nada. Quiero huir pero no puedo. Suspiro. Dos dedos. Suspiro. Me corro con los dedos dentro. Aun siento los espasmos cuando soy arrastrada hacia atrás y sin saber cómo estoy sentada sobre él. Siento la dureza de ese miembro delgado en lo más profundo de mi cuerpo. No quiero mirar. No quiero irme. Quiero que mi madre estuviera para verme. Pienso en ella y empiezo a moverme. Sus manos cogen mis pechos y se aferran a mis pezones que parecen percheros. Sólo unos segundos y vuelvo a correrme de nuevo pero no me levanto. Sigo. Ahora puedo oírlo a él. Explota y su líquido desciende por su miembro. Me incorporo de un salto y sin girarme salgo del compartimento. Recorro el pasillo y abro la ventanilla, saco la cabeza fuera. El aire del verano golpea en la sonrisa de mi cara, el altavoz anuncia la llegada a la estación y allí, en el andén, encontraré a mi madre esperando para irnos juntas a meternos desnudas en la piscina de plástico hinchable que ha instalado en su jardín no muy lejos de los balcones de los vecinos.
Hola...
ResponderEliminarMuchos días sin entrar en tu cofre y me maravilla todo lo que tus relatos me dan.
He releído el relato entero desde la primera parte hasta, para mí, la última. Simplemente fantástico.
Me sigue sorprendiendo en tus relatos lo fácil que es sentirse todos y cada uno de los personajes. El cómo puedo sentir lo que siente cada uno de ellos.
Gracias, simplemente gracias