El cofre

Antiguamente en estas cajas, con tapa y cerradura, se guardaban las cosas de valor. Si habéis abierto la cerradura de este cofre probablemente no encontréis nada de mucha valía. En él sólo hallareis mis escritos eróticos. Unos ciertos otros inventados. Pero todos creados con el mismo propósito: despertar el deseo y, quizá, la lujuria de nuestros sentidos.







lunes, 21 de mayo de 2012

Una travesía a bordo del Desire (I parte)

Nota del autor: Los personajes de Anne Bonny y de Jack Rackhman son reales, algunas de sus acciones son mera ficción.


 


Mi nombre es Jack Rackhman aunque en el mundo de la piratería todos me conocen como Calico Jack. Una vida de tropelías, de abordajes y muertes me han conducido a este húmedo calabozo con olor a sentina. Nuestro navío, el Desire, fue apresado tras una breve lucha y por orden del gobernador de Jamaica seré ahorcado con el resto de mi tripulación, bueno, toda la tripulación excepto Anne. Anne se ha salvado de la horca por estar preñada. La afortunada y jodida Anne Bonny. Todavía puedo oler su aroma dulzón, a leche de coco y a salitre.

Pronto supe de ella al llegar a la isla de New Providence, Bahamas. Su fama de amante apasionada y de mujer violenta traspasaba las lujosas cristaleras en las fiestas del gobernador y entraba como una ráfaga de aire helado en las calientes y humeantes tabernas, en los burdeles con olor a ron y a furcia usada y sudorosa que salpicaban la isla.
Su rostro pecoso, su piel blanca de irlandesa, sus puntiagudos pechos y su rizado coño colorado eran tan populares entre los ricos hacendados, hombres del gobierno y demás ralea como para los más sucios y desarrapados piratas que pululaban por las infectas callejuelas encharcadas de orina. No podría decirse que Anne fuera remilgada con los hombres así que nunca le importó, si no estaban mutilados, divertirse con unos y con otros, ni tampoco batirse a muerte con ellos.
Anne era la hija adúltera de un acaudalado hombre de leyes y la esposa de James Bonny, un funcionario del gobierno; ambos le ofrecían una vida fácil y acomodada que no dudó en rechazar. Su carácter irlandés la había lanzado de cama en camastro, de borrachera tabernaria a reyerta callejera.
Al poco de conocerla me dejó entrar en su cama. Era más zorra que cualquiera de las que hubiera probado en los prostíbulos portuarios del Caribe. Después de muchos revolcones, peleas y borracheras en tierra decidimos embarcarnos juntos en el Revenge, un pequeño barco pirata. Yo añoraba los saqueos y ella deseaba aventuras.

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