Hoy he elegido un extracto de uno de los libros que aparecen en la columna izquierda de mi blog. No será el último que ponga pues su lectura me causó una maravillosa mezcla de impacto, confusión y placer. Sin ninguna duda es recomendable para cualquier persona pero mucho más para los aficionados a la literatura erótica. Ya me diréis...
"Aprovechábamos todas las circunstancias para librarnos a actos poco
comunes. No sólo carecíamos totalmente de pudor, sino que por lo
contrario algo impreciso nos obligaba a desafiarlo juntos, tan impúdicamente como nos era posible. Es así que justo después de que ella me pidió que no me masturbase solo (nos habíamos encontrado en lo alto de un acantilado), me bajó el pantalón me hizo extenderme por tierra; luego ella se alzó el vestido, se sentó sobre mi vientre dándome la
espalda y empezó a orinar mientras yo le metía un dedo por el culo, que mi semen joven había vuelto untuoso. Luego se acostó, con la cabeza bajo mi verga, entre mis piernas; su culo al aire hizo que su cuerpo cayera sobre mí; yo levanté la cara lo bastante para mantenerla a la altura de su culo: —sus rodillas acabaron apoyándose sobre mis
hombros—. “¿No puedes hacer pipí en el aire para que caiga en mi
culo?”, me dijo “—Sí, le respondí, pero como estás colocada, mi orín
caerá forzosamente sobre tus ropas y tu cara—.” “¡Qué importa!” me
contestó.
Hice lo que me dijo, pero apenas lo había hecho la inundé de nuevo,
pero esta vez de hermoso y blanco semen.
El olor de la mar se mezclaba entretanto con el de la ropa mojada, el
de nuestros cuerpos desnudos y el del semen. Caía la tarde y permanecimos en esta extraordinaria posición sin movernos, hasta que escuchamos unos pasos que rozaban la hierba.
—”No te muevas, te lo suplico”, me pidió Simona. Los pasos se detuvieron pero nos era imposible ver quién se acercaba. Nuestras respiraciones se habían cortado al unísono. Levantado así por los aires, el culo de Simona representaba en verdad una plegaria todopoderosa, a causa de la extrema perfección de sus dos nalgas, angostas y delicadas,
profundamente tajadas; estaba seguro de que el hombre o la mujer
desconocidos que la vieran sucumbirían de inmediato a la necesidad de
masturbarse sin fin al mirarlas. Los pasos recomenzaron, precipitándose, casi en carrera; luego vi aparecer de repente a una encantadora joven rubia, Marcela, la más pura y conmovedora de nuestras amigas.
Estábamos tan fuertemente arracimados en nuestras horribles actitudes que no pudimos movernos ni siquiera un palmo y nuestra
desgraciada amiga cayó sobre la hierba sollozando. Sólo entonces
cambiamos nuestra extravagante posición para echarnos sobre el
cuerpo que se nos libraba en abandono. Simona le levantó la falda, le
arrancó el calzón y me mostró, embriagada, un nuevo culo, tan bello,
tan puro, como el suyo. La besé con rabia al tiempo que la masturbaba:
sus piernas se cerraron sobre los riñones de la extraña Marcela
que ya no podía disimular los sollozos.
—Marcela —le dije—, te lo suplico, ya no llores. Quiero que me
beses en la boca…
Simona le acariciaba sus hermosos cabellos lisos y la besaba afectuosamente por todas partes.
Mientras tanto, el cielo se había puesto totalmente oscuro y, con la
noche, caían gruesas gotas de lluvia que provocaban la calma después
del agotamiento de una jornada tórrida y sin aire. El mar empezaba un
ruido enorme dominado por el fragor del trueno, y los relámpagos
dejaban ver bruscamente, como si fuera pleno día, los dos culos
masturbados de las muchachas que se habían quedado mudas. Un
frenesí brutal animaba nuestros cuerpos. Dos bocas juveniles se
disputaban mi culo, mis testículos y mi verga; pero yo no dejé de
apartar piernas de mujer, húmedas de saliva o de semen, como si
hubiese querido huir del abrazo de un monstruo, aunque ese monstruo
no fuera más que la extraordinaria violencia de mis movimientos. La
lluvia caliente caía por fin en torrentes y nos bañaba todo el cuerpo
enteramente expuesto a su furia. Grandes truenos nos quebrantaban y
aumentaban cada vez más nuestra cólera, arrancándonos gritos de
rabia, redoblada cada vez que el relámpago dejaba ver nuestras partes
sexuales. Simona había caído en un charco de lodo y se embarraba el
cuerpo con furor: se masturbaba con la tierra y gozaba violentamente, golpeada por el aguacero, con mi cabeza abrazada entre sus
piernas sucias de tierra, su rostro enterrado en el charco donde agitaba
con brutalidad el culo de Marcela, que la tenía abrazada por detrás,
tirando de su muslo para abrírselo con fuerza. "
Historia del ojo
Georges Bataille
sábado, 17 de abril de 2010
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Buenos extractos y bien elegidos. Producen el efecto que creemos que buscas, ganas de leer la obra entera.
ResponderEliminarAsí que por ese lado, enhorabuena!
Pero estamos de acuerdo que nos gusta mucho más descubrirte a ti a través de tus propios relatos. Pero es sólo una opinión y, hasta si quieres, una petición.
Un saludo
De acuerdo, tomo buena nota de la opinión-petición, y como verás los dos siguientes textos son míos. En adelante, intentaré evitar los extractos. Gracias por tus comentarios
ResponderEliminarGracias por hacer que sienta que me escuchas.
ResponderEliminarY gracias por cumplir tu palabra, intuía que no iba a ser de otra manera.
Un saludo