"Me veía de cuerpo entero en el gran espejo. Mi placer taciturno comenzaba admirando cada parte de mi cuerpo. Acariciaba y apretaba mis jóvenes senos redondeados, jugaba con sus capullos y luego llevaba el dedo hacia la fuente inagotable de todas las delicias femeninas. Mi sensualidad había hecho rápidos progresos. Tenía sobre todo un derrame muy abundante de ese bálsamo tan dulce y embriagador que se escapa de lo más profundo de la hendidura femenina en el momento del éxtasis. Los hombres a quienes me he
abandonado después siempre se mostraron encantados con esa preciosa cualidad, y eran incapaces de expresar su deleite cuando mi chorro les inundaba. Por entonces creía que ese rasgo era común atodas las mujeres, pero es en realidad un don de los más raros. En París, uno de mis admiradores más ardientes perdió el conocimiento al sentir cómo le inundaba mi
fuente por primera vez. Después, cuando le concedía mis favores, retiraba precipitadamente su lanza en el momento del éxtasis para llevar la boca a la herida
eterna y beber largos sorbos de la impetuosa fuente, tras de lo cual volvía a entrar con renovado ardor y descargaba a su vez, pero en esa pequeña vejiga que Margarita había visto usar a su ruso. Esa fantasía de mi amigo parisino me incitó a absorber el
chorro que brota maravillosamente y con una potencia eléctrica del árbol de la vida."
Memorias de una cantante alemana
SCHRÖDER-DEVRIENT, Wilhelmine

Grata sorpresa para este Domingo de Resurrección.
ResponderEliminarNos has hecho sonreir y, por supuesto, ganas de buscar este relato para disfrutar de él y con él.
Así que gracias de nuevo.
Un saludo