El cofre

Antiguamente en estas cajas, con tapa y cerradura, se guardaban las cosas de valor. Si habéis abierto la cerradura de este cofre probablemente no encontréis nada de mucha valía. En él sólo hallareis mis escritos eróticos. Unos ciertos otros inventados. Pero todos creados con el mismo propósito: despertar el deseo y, quizá, la lujuria de nuestros sentidos.







lunes, 19 de abril de 2010

La joven condesa Florentine (I parte)

Esta es la primera entrega de mi nuevo relato ambientado durante el mandato del emperador Napoleón III en el II Imperio Francés. Deseo que os divirtáis leyéndolo tanto como yo escribiéndolo. Saludos.


Aunque recibió una educación acorde con su condición de condesa ningún pedagogo ni ninguna institutriz le dijo nada al respecto; lo descubrió, casi por casualidad, siendo muy niña en la bañera. Florentine abría las piernas y estiraba sus finos labios sonrosados una y otra vez y luego los restregaba con la esponja mojada hasta sentir esa agradable quemazón. Pronto ese escozor llegó acompañado de una húmeda viscosidad que se adhería a las yemas de sus diminutos dedos. Con el tiempo su cuerpo adquirió la forma de una guitarra y vibraba emitiendo placenteros gemidos. La joven condesa aunque anhelaba a diario ser penetrada y sudar hasta desbocarse, sabía que debía mantenerse doncella hasta el día de su matrimonio. Quien no sabía de normas ni prohibiciones era su cuerpo y éste le ofreció un refugio de placer. Cada noche con los ojos inflamados y las pecas de las mejillas encendidas Florentine lubricaba con aceite una larga vela de cera y, acto seguido, la entrada a esa pequeña gruta oculta entre sus nalgas. Primero empezaba con un dedo, despacio, moviéndolo en su interior hasta sentir la garganta seca por el deseo, y justo en ese momento lo sustituía por la vela.
La joven condesa fue desposada a los dieciséis años con un oficial de caballería del Emperador veintitrés años mayor que ella. La noche de nupcias tendida con un camisón de hilo sobre la cama y la abundante cabellera negra sin recoger esperaba ansiosa e ilusionada la entrada de su marido. El capitán de dragones trastabilló al quitarse su uniforme de gala, hipó, y se tumbó sobre ella. Desprendía un fuerte olor a vino y a humo de tabaco. La frotó con las manos, la rascó con su bigote al intentar besarla, empujó, y se convulsionó. A ella le gustó el dolor que sintió, las torpes acometidas y el líquido que la inundó, pero eso era poco y breve. Con los primeros ronquidos de su esposo corrió al baño, cogió la vela y se la introdujo entera. Esta vez en su vagina. Durante las tres próximas noches esperó impaciente a su marido pero no vino y desde entonces dejó de esperarlo.

1 comentario:

  1. Buenos días,
    hoy me he despertado especialmente sexual y mientras preparaba mi café y abría mi correo he recordado este cofre que siempre tiene alguna maravillosa, sensual y sexual sorpresa dentro.
    Con ganas, muchas ganas, de la segunda parte, pero esta primera me ha servido para sonreir y seguir trabajando, eso sí, con algo más de satisfacción.
    Así que gracias, muchas gracias

    Un saludo

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