El cofre

Antiguamente en estas cajas, con tapa y cerradura, se guardaban las cosas de valor. Si habéis abierto la cerradura de este cofre probablemente no encontréis nada de mucha valía. En él sólo hallareis mis escritos eróticos. Unos ciertos otros inventados. Pero todos creados con el mismo propósito: despertar el deseo y, quizá, la lujuria de nuestros sentidos.







viernes, 2 de abril de 2010

El bañador (II parte)


Aquí está la segunda parte; en unos días estará la tercera y última. Un saludo


Una vez en el dormitorio, transportado por un atrevimiento impropio en mí dejé la puerta entreabierta, sabiendo que la habitación contigua era la de su madre. Me quité la ropa a tirones, arranqué el tanga de Adela aún medio dormida y sin demora entré en ella. Inclinado sobre su cuerpo empujaba a golpes de riñón, imaginando el coño enorme de Soledad y como temblarían sus pechos si la estuviera poseyendo a ella. “¿Por qué no cerró las piernas? ¿Quería que la mirase? ¿Incluso que la tocase?” Las sacudidas aumentaron con estos pensamientos, también la intensidad y sin querer empecé a gemir, y al final, me atreví a proferir un quejido cuando eyaculé en Adela.
Pasados tres días recibí una llamada de Adela. No podía venir a la playa como habíamos quedado pero había hablado con su madre y ésta me acompañaría. Dijo que la pobre hacía mucho que no iba a la playa y que nos lo pasaríamos bien.
Al llamar a la puerta para recogerla mi boca estaba seca. Era la primera vez que íbamos a estar solos. Soledad ya estaba preparada. Sonreía dentro de un pareo estampado anudado sobre el pecho a juego con el pañuelo que llevaba en la cabeza, con una gigante bolsa de playa colgada al hombro y una especie de sandalias rojas de plástico. También llevaba unos pendientes extraños, me fijé pues nunca solía usar. En el coche quise hablar pero no sabía qué decir así que callaba y pensaba. “¿Debía intentar tocarla hoy? ¿Qué ocurriría si me precipitaba? ¿Y si probase de acariciarle el muslo al cambiar las marchas?”
--No esperaba ir a la playa. No tenía ningún bikini, he intentado ponerme los de Adela, pero qué va, ahí no quepo. Y al final sólo he encontrado este bañador, es horrible, horrible –dijo de pronto abriéndose el pareo para que lo viera--. Me da algo de vergüenza que me veas con él, pero Adela ha insistido en que no me preocupara por eso.
Aferrado al volante miré un segundo el bañador.
--Estoy algo nerviosa –prosiguió--, es la primera vez que voy a la playa con un hombre desde que mi marido murió.
Yo tragué saliva. Y me sentí hombre.

2 comentarios:

  1. Que maravilla cómo nos haces sentir cada una de las sensaciones de ese adolescente.
    Que suerte la Señora Adela, y la posibilidad de poder sentirse mujer con alguien así.
    Estaremos pendientes del desenlace, que seguro que nos harás disfrutar con él.

    Gracias por tener este blog y gracias por compartir.

    Un saludo

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  2. No, gracias a ti por leerlo. Espero que sigas haciéndolo y que consiga despertar tus sentidos. Pues ese es el objetivo de este blog; que los relatos, las fotografías y la imaginación creen deseo y disfrutemos con ello.
    Un saludo

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